Las bases teóricas y experimentales de la
modificación de conducta surgen fundamentalmente tras los estudios de Thorndike
(1898) y de Skinner (1938).
Thorndike realizó experimentos con animales
en los que éstos (perros, gatos o pollos) eran encerrados en las que él llamaba
“cajas-problema”. Para poder escapar de estas cajas y acceder a la comida que
tenían visible, los animales debían mover un cerrojo o presionar una palanca.
A partir de aquí, Skinner desarrolló dicho
modelo, utilizando el término de Condicionamiento Operante. Su principio básico
era que las conductas se aprenden y se mantienen como resultado de sus
consecuencias, sentando así la importancia del ambiente. Skinner llama
conductas operantes a aquellas que pueden ser controladas mediante la
alteración de sus consecuencias; así, el sujeto realiza una conducta operante
cuando ésta produce unas consecuencias en el medio, que a su vez pueden
controlar dicha conducta.
Pero además, para que se pueda cambiar la
conducta mediante la alteración de sus consecuencias, éstas deben ser
contingentes a la conducta. Es decir, las consecuencias deben producirse justo
después de la aparición de la conducta.
Los procedimientos en los que se basan las
técnicas de modificación de conducta del condicionamiento operante son el
reforzamiento, el castigo, la extinción y el control de estímulos que se clasificarán de acuerdo al fin que se desee
ya sea instaurar, mantener, eliminar, disminuir e incrementar conductas según
proceda.
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